Tres impedimentos para educar
¿Cuáles son los tres impedimentos para educar con los que nos solemos encontrar?
Educar es una tarea maravillosa, pero bien sabemos quienes estamos en esta labor, que no es sencilla. Notamos algunas veces impedimentos a la hora de educar, limitaciones y dificultades. Sabemos que aprender a aceptar, querer y comprender a nuestro hijo y ayudándolo a lograr desarrollar habilidades y un buen comportamiento será clave.
Sin embargo muchas veces nos encontramos con el miedo, la desconfianza y el mundo de las comparaciones. Algunas de estas actitudes son propias de diferentes etapas de nuestro crecer como padres pero es importante no darle demasiado lugar a estos tres elementos.
El miedo, la desconfianza y las comparaciones.
Sin duda son tres grandes dificultades que todo padre ha sentido en algún momento. Por eso hoy queremos detenernos en cómo intentar que no interfieran en esta gran labor. En primer lugar porque no nos ayudan a crecer como padres, sino más bien nos limita y dificulta el poder disfrutar y aprender de serlo, y segundo porque limitan también el crecimiento de nuestros hijos, dejándolos presos de nuestros temores e inseguridades.
El miedo
Empecemos por el miedo. El miedo es uno de los principales causante de la desconfianza y de sumergirnos en el mundo de las comparaciones o presión social. ¿Cuántas veces en nuestra labor de padres es el miedo quien dirige nuestras acciones, pensamientos y decisiones? El miedo nos paraliza. Apoyarnos y regirnos por el temor no nos lleva a buen puerto. Está claro que el ser padres implica muchos desafíos e incertidumbres pero podemos estar seguros que desde el miedo no podremos construir nada seguro y bueno. En todo caso la prudencia, el buen discernimiento y aprender a confiar son las actitudes que nos pueden ayudar a enfrentar esos desafíos.
¿Miedo a qué? Miedo a que le pase algo a nuestro hijo, a que las cosas se le dificulten, a que no pueda, miedo a que sufra. Estos temores, infundados muchas veces, son un impedimento a su crecimiento, porque se los transmitimos de diferentes maneras, con nuestros gestos, palabras, miradas. Analizar la realidad siempre nos servirá de guía para que el miedo no nos aprisione. Qué bueno y necesario es que nuestros hijos nos vean reír, disfrutar de verlos crecer, con ganas y no llenos de miedos y quejas. Somos “horizonte y base” que podemos irradiar luz y confianza o temor y dudas.
Por eso es importante que podamos trabajar sobre nuestros temores pasados ya que pueden ser causa de los presentes y que podamos aprender a ser padres, liberándonos de seguir siendo hijos y así acompañarlos mejor en su crecimiento. Libres nosotros de la aprobación adulta y confiados en nuestra vocación y en el criterio que tenemos por ser los padres de nuestros hijos.
Nos puede ayudar el preguntarnos cada tanto, esta decisión, este comentario, estos pensamientos ¿donde están cimentados? ¿en el miedo?. ¿Brindo oportunidades a mi hijo para que se sienta capaz?. ¿Lo animo y acompaño para que logre nuevos aprendizajes?, ¿le transmito seguridad?
La desconfianza
Otro de los grandes impedimentos en la educación de nuestros hijos es la desconfianza, que se sostiene en dudar de nuestras capacidades como padres y pensar que otros lo harían mejor. En primer lugar debemos tener la certeza de que “nuestros hijos son los mejores para nosotros y nosotros los padres, los mejores para ellos”, partir de esta premisa nos puede ayudar a confiar más en nosotros, y guiados por la realidad que nos rodea, reconocer también nuestras limitaciones y las de nuestros hijos para acompañar y guiar de un modo más seguro.
Confiar significa tener esperanza firme hacia una persona o situación. A veces nuestros hijos perciben un mensaje encubierto de desconfianza hacia ellos y por lo tanto no se animan a intentar. Pero para poder confiar en nosotros y en nuestros hijos es necesario formarnos, saber pedir ayuda y buscar fuentes confiables, sin caer la industria de los mil consejos que nos brindan los medios, y sin o preguntar todo, aprendiendo a confiar en nosotros como padres y sabiendo poner los medios necesarios para emprender esta tarea.
En síntesis, confiar en nosotros para poder confiar en nuestros hijos y así brindarles la seguridad de que pueden y que si no pueden los ayudaremos y animaremos a que perseveren, resaltando que lo importante es el proceso no el resultado. Será importante que vean nuestra capacidad de lucha y de saber sobreponernos aunque las cosas no salgan como esperamos. Eso será una gran fuente de confianza. Que puedan valerse de sus errores para aprender. Esa primer confianza que le transmitimos nosotros sus padres, es muy necesaria para crecer sanamente.
Las comparaciones
Por último y no menos importante el otro gran impedimento es caer en el mundo de las comparaciones. A veces son muy sutiles y no nos damos cuenta de que ya nos movemos mirando la realidad del otro y más que nunca hoy en un mundo que nos invita permanentemente a mirar la vida de los demás y a perder el foco de la nuestra.
Cuando vemos que el hijo del otro se porta mejor que el nuestro, cuando miramos cómo lo hacen otros, cuando miramos lo que tiene el otro, cuando miramos el trabajo y realidad del otro es como pararnos sobre arena movediza, porque corremos el riesgo de no aceptar ni querer nuestra realidad, la adecuada y mejor para nosotros. La realidad del otro no me pertenece.
El mundo de las comparaciones nos va dejando un gusto amargo y un sin sentido que se va entrelazando en nuestro diario vivir, sin a veces darnos cuenta el valor de nuestra realidad, con sus cosas positivas y las no tanto, pero nuestra, en donde podemos trabajar, donde podemos mejorar, donde podemos disfrutar y aprender. Caer en las comparaciones es una invitación también que dejamos a nuestros hijos para que ellos se comparen y pierdan de vista sus posibilidades reales, quedando atrapados en las posibilidades y oportunidades de otros.
No sabemos las luchas personales de cada padre, de cada hijo. Confiemos y dejemos de mirar hacia un costado, para poder aceptar y querer nuestra propia realidad que será nuestro camino a la felicidad.
Entonces, ¿qué podemos hacer?
Cuando sin darnos cuenta caemos en estos 3 impedimentos para educar ¿qué podemos hacer?. Les compartimos algunas ideas
En primer lugar ser más conscientes de nuestro rol de padres, de nuestra misión, tan maravillosa y desafiante que tenemos en la vida. Para esta misión necesitamos formarnos, generar equipo con nuestra pareja, reconocer que no podremos siempre todo pero que podremos mucho más de lo que creemos. Saber pedir ayuda cuando la necesitamos y buscar ese buen consejo con discernimiento previo, sin ir consultando todo a todos, sino a la persona adecuada para que sepa ayudarme del modo adecuado.
Segundo, confiar nuestra misión de padres a Dios, quien es el principal interesado en que nuestros hijos sean felices y encuentren su vocación en el mundo, pidámosle a Él que nos guíe e ilumine en todo momento.
Y sobre todo disfrutar de cada etapa, de los desafíos, estar en “modo aprendizaje” es un gran motor para nosotros como padres y para nuestros hijos. No podemos esperar a disfrutar cuando las cosas sean perfectas, porque nunca sucederán. Cada etapa es única y no volverá, así que confiemos que estamos haciendo algo muy grande y disfrutemos del camino.
Muchas gracias Manu Caminal por ayudarnos a reflexionar sobre como podemos evitar caer en estos tres impedimentos para educar. Te invitamos a ver el video