Educar con amor y firmeza, descubrí la clave para criar hijos seguros
¿Cómo formamos hijos seguros, fuertes, libres y felices? Educar no es sólo acompañar, sino también desarrollar el carácter, poner límites, enseñar a frustrarse y a elegir con libertad. Este artículo nos invita a mirar la infancia como un proceso lento y valioso, donde las raíces firmes y las alas bien preparadas hacen toda la diferencia.
Es habitual escuchar: “Sólo dos legados duraderos podemos dejar a nuestros hijos: uno, raíces; otro, alas.”. Esa frase atribuida a Hodding Carter, periodista y político estadounidense es muy utilizada en contextos educativos, familiares y de desarrollo personal, porque transmite una verdad profunda: la importancia de dar a los hijos un sentido de pertenencia y valores (raíces), así como la capacidad y libertad para construir su propio camino (alas).
Cuando nace un hijo, llega con una “cajita de herramientas” casi vacía. Sabe muy poco de la vida y no puede hacer nada solo. A partir de ese momento, seremos sus padres y educadores quienes tengamos la misión y la responsabilidad de ir agregando en esa “cajita” todas las ideas, conceptos, valores, virtudes, destrezas, límites, qué es sí, qué es no, qué se puede elegir. Esas son las raíces de hijos seguros.
Infancia: la base de hijos seguros
La infancia se cocina a fuego lento. Es un proceso largo, sin prisa pero sin pausa, en el que vamos entrenando a nuestros hijos en buenos hábitos que se transforman en virtudes. También les enseñamos a conocerse, a ser dueños de sí mismos, a reconocer sus emociones y poder reconducirlas.
La herramienta más usada para aprender será atravesar el error y sacar conclusiones de lo que es conveniente cambiar. Nadie es perfecto y muchas veces nos equivocamos, nos frustramos porque la vida no sucede como la pensamos y nos debatimos entre expectativa y realidad. Educar en el error también fortalece, y contribuye a criar hijos seguros.
«El error no es un fracaso, es una oportunidad de crecimiento».
Tres regalos esenciales para criar hijos seguros
- El mejor regalo que le podemos hacer a nuestro hijo es, en primer lugar, enseñar el ABC de la vida: cómo se hacen las cosas, qué significan las palabras, cuáles son los valores que regirán su vida para llegar a la plenitud.
- En segundo lugar, a medida que crecen, les damos más responsabilidad y libertad, para que vayan siendo autónomos en lo que ya están preparados para hacer. En este caso, los acompañamos, somos “co-pilotos”, y poco a poco les entregamos el mando en algunas situaciones.
- En tercer lugar, cuando van terminando el colegio, ese acompañamiento continúa de otra manera. Estaremos presentes para aconsejar, si nos piden una opinión, siempre disponibles, pero sin reemplazarlos. Tienen que recorrer su propio camino. Esta transición progresiva es parte fundamental del desarrollo de hijos seguros.
«Acompañar no es controlar, es estar presentes con discreción y confianza».
Proteger sin sobreproteger
Para que este “mapa de ruta” sea posible, los chicos necesitan raíces, es decir, los cómos y los porqués. En ese proceso, debemos protegerlos sin caer en la sobreprotección, porque paradójicamente estaríamos desprotegiéndolos. Las consecuencias no son menores:
- No se sienten capaces
- Necesitan siempre un referente
- Baja autoestima
- No tienen habilidades sociales
- No saben fracasar
- No saben buscar soluciones
- No pueden gestionar emociones
Por eso es tan importante ir completando ese kit de herramientas paulatinamente, acompañando su crecimiento con criterio. Es así como se construyen hijos seguros: con firmeza, presencia y ejemplo.
Tolerancia a la frustración: un aprendizaje vital
Cada aprendizaje de la vida implica empezar de nuevo muchas veces. Para eso es fundamental educar el carácter, valorar el esfuerzo, alentarlos y evitar las etiquetas. Hay que animarlos a buscar soluciones diferentes cuando algo no sale como estaba previsto. Todo esto fortalece la confianza y autonomía que caracterizan a los hijos seguros.
«Frustrarse también es parte de crecer».
Algunos ejemplos concretos para aplicar en la rutina cotidiana:
- Dar información
- Hablar corto, claro, conciso y concreto
- Generar hábitos y encargos
- Dar órdenes en positivo
- Permitir que se equivoquen
- Permitir que fracasen
- Hacer preguntas abiertas
- Enseñar a gestionar emociones
Cada ejemplo mencionado anteriormente se aplica en la vida diaria porque forma parte de la rutina cotidiana y no estamos agregando más trabajo a la educación de nuestros hijos, sino que optimizamos las actividades focalizando la intención. Así se cultivan habilidades esenciales.
En definitiva, les estamos preparando las alas, para que puedan volar a la vida con su propio proyecto y vivir una vida con sentido.
Este artículo fue escrito por Cecilia Palavecino inspirado en dos charlas que dictó para padres en Jardín Buen Molino en junio de 2025.
Los animamos a ver este video motivacional para seguir reflexionando del tema:
Así como nos formamos durante años para ser buenos profesionales, también ser padres requiere preparación.
Necesitamos formarnos para tener cada vez más recursos para acompañarlos en su crecimiento, herramientas basadas en la disciplina positiva que nos ayuden a criar hijos seguros, con amor, límites claros y mayor comprensión. Porque nadie nace sabiendo cómo ser madre o padre, formarnos es una manera de cuidarnos y cuidar. Nos permite revisar nuestras propias experiencias, fortalecer el vínculo con nuestros hijos y construir un hogar donde se sientan respetados, escuchados y profundamente amados.